Fecha: 10 de noviembre de 2017
Lugar: Auditorio del Centro Cultural Conde Duque
Grupo:
Mostly
Other People Do the Killing
Steven Bernstein (trompeta y trompeta slide)
Jon Irabagon (saxo tenor)
Dave Taylor (trombón bajo)
John Arman (guitarra)
Ron Stabinsky (piano)
Moppa Elliott (contrabajo)
Kevin Shea (batería)
En el eterno debate sobre la música contemporánea, la que
nos toca vivir, siempre sale a relucir si las propuestas deben ser realizadas
para ser entendidas por el gran público o si por el contrario, los músicos no
tienen que hacer concesiones y simplemente ser coherentes, fieles a sus
esencias, y no buscar el botón que
conecte automáticamente con la audiencia. Supongo que en muchas ocasiones,
Moppa Elliott, líder de Mostly Other People Do the Killing se lo habrá
planteado, sobre todo en la más reciente etapa del grupo.
Tras un periplo de quince años, con distintos vaivenes y
cambios de formación, este septeto pisaba por primera vez suelo madrileño para
presentar Loafer’s Hollow, su penúltimo trabajo.
Para abrir boca se lanzaron con las dos primeras piezas que
inician el disco, “Hi-Nella” y “Honey Hole”, ambos nombres de ciudades de
Pennsylvania. Un comienzo ciertamente arrollador, en el que sus incursiones por
el jazz más tradicional y reconocible, dieron paso a muchas asonancias, sonidos
exploratorios y ritmos chocantes. Lo que parecía un concierto lleno de
homenajes al jazz de los treinta y cuarenta se transformaba constantemente. Los
momentos más apacibles daban paso a una formación que se prodiga con mucha
contundencia, donde el trombón bajo de Dave Taylor se lleva la palma por su corpulencia
sonora. La primera impresión es que estamos ante un grupo ciertamente innovador
que ha querido hacer un homenaje al jazz de los treinta y cuarenta
reactualizándolo al siglo XXI, y así se corroboró con “Seabrook, Power, Plank”,
una pieza contenida en su disco Red Hot, donde a modo de marchin´ de Nueva
Orleans, con un solo de Jon Irabagon, la banda se decanta por derroteros
clásicos, aunque siempre aportando ritmos y giros imprevistos.
El grupo continuó con la presentación de su disco Loafer’s
Hollow, con cuatro piezas más incluidas en el mismo, donde homenajea a
escritores ilustres. Empezando por “Mason and Dixon” (para Thomas Pynchon),
pieza muy contundente con la banda aplicando constantes giros rítmicos que
apabullan. Otra eminentemente potente fue “Bloomsburg” (para James Joyce), con
Jon Irabagon, Steven Bernstein, y Dave Taylor en plena efervescencia creativa.
Un blues donde estos últimos establecieron unos diálogos rotundos. De nuevo un
giro, y recoge el testigo Ron Stabinsky, con un solo improvisado con el
inestimable apoyo del saxo tenor Jon Irabagon.
A todo esto, Moppa Elliott a lo suyo dirigiendo a la banda
con una autoridad disimulada que sirve para poner a todos los músicos en su
sitio. Su comienzo con el apoyo del trombón y la guitarra de John Arman,
caracterizan el tema “Kilgore” (para Kurt Vonnegut). Recogen el relevo con sus
nuevos aportes el trombón bajo y la trompeta slide, en una pieza que respira un
cierto tono de festival y danza, donde tampoco hay que olvidar el dueto del
saxo tenor y el trombón. Ron Stabinsky, fiel a su tónica de toda la noche,
acometió un solo enérgico que se iba desfigurando poco a poco y
descomponiéndose en multitud de referencias estilísticas.
Un solo a dueto de Jon Irabagon y Steven Bernstein en la
trompeta slide, dan comienzo a la última pieza del disco presentado, “Meridian”
(para Cormac McCarthy). Testigo que recoge toda la banda para ofrecer un nuevo
blues marca de la casa de Moppa Elliott. El final llega con todos los miembros
de la banda alargando sus improvisaciones.
El lazo a la actuación vino de la mano de la composición de
Duke Ellington, “Blue Goose” incluida en Paint, último disco de la banda
publicado en formato de trío. Un tema que suena lento y melódico, con el típico
aroma de pequeña banda de jazz de Ellington, donde el batería, Kevin Shea,
marca el rítmo e impulsa al grupo hacia niveles superiores. El intercambio de
los solistas, tenor, trompeta y trombón, va preparando el terreno para el fin
de fiesta que fue arrollador, en plena coherencia con lo que se pudo disfrutar
en el concierto.
Al final, volviendo al comienzo de esta reseña, siempre nos
quedará la incógnita de si el grupo ha sido absolutamente honesto con el
público y le ha ofrecido justamente lo que quería escuchar. Esa es una de las
bazas con las que juega esta banda, que sin poner ni un milímetro en duda su
calidad y profesionalidad, parece que no han roto un plato nunca, pero quien
sabe si alguna que otra vez, jugando con su nombre, estarían dispuestos a
matar.
Texto: © Carlos
Lara, 2017.
Fotografías: ©
Enrique Farelo, 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario