“Cifu”, en la inauguración de Bogui, Madrid 28/06/2005
© Sergio Cabanillas, 2005.
Mentiría si dijera que conocía a Cifu e igualmente lo haría
si sostuviera que éramos amigos entrañables; faltaría a la verdad si contara
anécdotas que no están en mi memoria simplemente porque no existieron. Pero
diría la verdad si hablara desde la lejanía y las pocas palabras que
intercambiamos a la salida de algún concierto. Palabras de inquietud por un
amor compartido, yo desde mi humilde afición y él desde su magisterio.
Sin conocernos, nos conocíamos. El nexo de unión era el
jazz, que cada uno disfrutaba desde su particular tribuna, desde el color de su
cristal y de su sentimiento.
Con el correr de los años todos cambiamos y físicamente nos
apagamos cual antorcha se sumerge en el océano.
Esa antorcha que portaba Cifu y que no perderá su luz por
mucha oscuridad de la que se rodee.
La luz que Cifu robó a los dioses del jazz fue para
ofrecérselo a los melómanos, y éstos la hallarán en el estrellado cielo
nocturno en forma de eterno lucero del alba.
© Enrique Farelo, 2015
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