Por Carlos Lara y Enrique Farelo.
JazzMadrid18
Fecha: 14 de noviembre de 2018.
Lugar: Centro Cultural Fernán Gómez. Madrid.
Grupo:
Nils Petter Molvaer Group
Nils Petter Molvaer: trompeta
Johan Lindstrom: guitarra y steel guitar
Jo Berger Myhre: bajo eléctrico
Erland Dahlen: batería y percusiones
El jazz es una música sometida a constante debate desde su
creación a principios del siglo pasado. Las polémicas respecto a lo que es o no
es el jazz se han producido continuamente. Algunos músicos, entre ellos Miles
Davis decían que no tocaban jazz. De hecho no quería que se etiquetase su
música. Lo que le importaba verdaderamente era sacudir los oídos y transgredir
las reglas con una música que siempre ha querido formar parte de la realidad de
su época.
Algo parecido, salvando las distancias, es lo que pretende
este músico que nos ha visitado. Si lo consigue o no es otro cantar. Si en su
paso por el grupo Masqualero allá por finales de los 70, Nils Petter Molvaer se
mostraba ya muy influido por Miles Davis, en los 80 el trompetista noruego
acrecentó aún más su querencia por Miles con su decantación hacia una música
salpicada de elementos rockeros, de música electrónica e incluso hip hop,
utilizando para ello un auténtico arsenal técnico. Es entonces cuando
personajes como Jon Hassell o Bill Laswell están en plena fase de creatividad y
Molvaer no está al margen de su influencia. Evolución que no ha dejado de
cultivar hasta la fecha en los diferentes proyectos que ha puesto en marcha.
El último es un cuarteto en el que Molvaer además de tocar
la trompeta, domina electrónica y efectos sonoros; incluye el steel guitar de
Johan Lindstrom, que además toca la guitarra; Jo Berger Myhre toca dos modelos
de bajo eléctrico y Erland Dhalen, está en la batería y varias percusiones,
donde se incluyen cajas rítmicas y xilófonos, entre otros.
Con estos mimbres, que no son pocos, el grupo tiró de un
repertorio contenido en su último álbum Buoyancy. En general, más centrado en
utilizar de forma predominante recursos jazzísticos frente a otros conciertos
en los que se ha inclinado hacia una avalancha de tecnología que apabulla y
termina por aburrir. Las composiciones intentan ser sugerentes y evocadoras. La
creación de espacios sonoros se empareja con la música atmosférica o
psicodélica y demuestran que Molvaer sigue estando en buena forma con sus
intensos fraseos. Entre los efectos sonoros y las percusiones flotantes, hubo
momentos brillantes como las aportaciones de Johan Lindstrom al steel guitar y algún
que otro solo de guitarra del mismo. Erland Dahlen es un batería muy solvente y
Jo Berger Myhre en el bajo eléctrico cumplió su papel.
Si bien es cierto que con la música de Molvaer sucede que,
una vez escuchada media hora, da la sensación de que está todo dicho y que todo
lo demás son círculos concéntricos, también es posible descubrir instantes
bellos entre tantos efectos tecnológicos.
Texto: © Carlos
Lara, 2018
Fotografías: ©
Enrique Farelo, 2018
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